La playa, cualquier playa, el lugar
en donde la tierra se junta suavemente con el mar, evoca en mi maravillas:
me siento mas a gusto en la playa que en un barco mar adentro.
Los símbolos de playa, los toldos, las sombrillas, las toallas
etc., sugieren momentos de alegre pasatiempo, placer indolente, aire
libre, estados de bienestar que pertenecen a otra dimensión,
cambio de ritmo
una conexión con la naturaleza no bucólica
sino desdenfadada y estival.
Cuando llega el invierno y se despoja a la playa de sus símbolos
ritualistas y se queda desnuda, fría, quieta, sombría
y solitaria, es como si hubiéramos pasado del yang al ying. Sigue
siendo la misma playa y sin embargo ya solo invita al paseo meditativo.
Las rayas azules y blancas provocan una sensación que no corresponde
a un tiempo y/o un espacio concretos; hace muchos años que existían
esas rayas en Dauville, Lido, Biarritz, San Sebastián
existen
hoy y seguirán existiendo; pasan el tiempo y las modas pero la
playa permanece intacta.
En ésta serie de cuadros cuyo motivo está tomado de
los toldos de Ondarreta he querido recordar la playa en el cálido
verano.
Mis playas anteriores miraban las sombras proyectadas en la arena; mis
toldos actuales miran al cielo y tratan de captar la brisa marina. Vuelan.