EL CORREO ESPAÑOL-EL PUEBLO VASCO
domingo 28 de octubre de 1984
"No diga intuición, diga Blanca Oraa"
Es muy probable que el caso de Blanca Oraa sea uno de los más insólitos dentro del contexto de los jóvenes pintores vascos. Ahora acaba de abandonar su creación artística de fotocopias aumentadas por falta de éxito comercial. Sin embargo, en otras latitudes ( en Nueva York, por ejemplo) se está produciendo un "boom"de ésta misma técnica.
Borja Loma
Sin poseer. por ahora, una obra especialmente significativa, Blanca Oraa ha protagonizado un caso de intuición artística verdaderamente notable. Nacida en Bilbao en 1946 madre de tres hijos, pintora desde los trece años, Blanca Oraa fue requerida por la dirección del último Arteder celebrado en nuestra ciudad para que expusiera con el resto de los creadores vascos. La pintora, deseosa de ofrecer en la muestra algo novedoso, tuvo la idea de recortar unas fotografías de jugadores del Athlétic en acción, fotocopiarlas, aumentarlas de tamaño, barnizarlas en cera y, finalmente, colorearlas. Una técnica simple e ingeniosa. Sin más. Sin embargo, lo insólito de todo esto es que simultáneamente, a cinco mil kilómetros de distancia, en el centro neurálgico del arte contemporáneo, en el mismísimo Nueva York, se estaba produciendo un "boom" en toda regla de esta misma técnica como la última y más moderna tendencia pictórica del momento, protagonizada por una suerte de hiperrealistas íntimamente relacionados con los llamados "jóvenes airados" norteamericanos. El "boom", apadrinado por Warhol, Schuman y demás "popes" del universo superselecto del Gotha artístico neoyorkino, tuvo efímera vida, pero dejó fascinados a público y crítica especializada. Mientras tanto, en Europa, en el Pais Vasco, en Las Arenas, una mujer, únicamente a través de su propia intuición, hacía exactamente lo mismo que la vanguardia neoyorkina. Sin haberlo visto nunca.
Blanca Oraa Moyua, una mujer de ascendencia "vasco-germánica", como a ella le gusta definirse, de serenos ojos azules y cabello castaño extremadamente lacio, aparenta una frialdad realmente prusiana y no parece excesivamente impresionada con esta increíble coincidencia ( que en otro órden de cosas demuestra la irrupción, sin prisa pero sin pausa, de la tecnología en el arte de los ochenta y previsiblemente, del futuro a medio y largo plazo).Con voz pausada y mirando a través de la ventana de su austero estudio, Oraa recuerda con cierta melancolía el origen de la idea.
"Bueno, la cosa salió por una concatenación de circunstancias aparentemente inconexas entre sí. Casualmente conocí a varios jugadores del Athlétic y me hice amiga de ellos, por lo que el Athlétic empezó, digamos, a tomar una forma más concreta, dejando de ser un ente abstracto que únicamente aparecía en conversaciones o, como mucho, en los periódicos. Coincidió también la proximidad de Arteder a donde debía llevar algo que yo deseaba que fuera nuevo y original. Por otra parte, era una época en la que yo hacía gimnasia, vida sana y todo eso... en definitiva, era una pintura relacionada con la vida que yo llevaba, con mi cotidianidad. Se originó por tanto de una manera sencilla y espontánea"
Estas dos palabras "sencilla" y "espontánea", son las llaves que permiten entrar en el núcleo creativo de esta pintora: Son dos palabras que resumen un estilo de vida y, por supuesto, de obra. Conceptos que difícilmente pueden verse deconectados entre sí en cualquier artista pero que en el caso de Blanca Oraa van tan sumamente unidos que prácticamente son la misma cosa. Desde luego, en los lienzos de la pintora anteriores a su invención de las fotocopias ampliadas, se aprecia un trazo simple en extremo, pero ni ingenuo ni pueril. No se trata, por tanto, de una pintura excesivamente intelectual, pero sí muy impregnada de fuerte cromatismo y de cierta sensualidad lo que , en definitiva, resulta una mezcla interesante y atractiva. Es precisamente a través de esta simpleza conceptual por lo que Blanca Oraa pulveriza el mito del artista atormentado incapaz de crear si no es a través de la angustia existencial. Para ella la pintura nace del gesto más cotidiano y trivial de su vida diaria.
"Pinto lo que veo, sin más" dice inflexible y tensa, y, efectivamente, en sus lienzos existe un espíritu de austeridad evidente. Por otra parte, los temas de sus cuadros están relacionados normalmente con el entorno vasco y en este sentido destaca fundamentalmente el elevado número de óleos con el frontón vasco como elemento único (parabólicamente relacionado con su espíritu de austeridad) por el que la pintora siente una absoluta fascinación, primero por las circunstancias físicas y concretas del frontón en sí mismo: el color, la textura limpia y llana de sus paredes, su ubicación totémica en los pueblos vascos, pero, sobretodo, por la enorme carga subjetiva que Oraa aprecia en ellos: "Es la escultura suprema del Pais Vasco, el símbolo por excelencia de la respuesta inmediata, directa y franca. Algo que tiene mucho que ver con la propia idiosincrasia de nuestro pueblo. La gente rehuye la mirada y, no sé, a un frontón le tiras una pelota e inmediatamente la devuelve con la misma intensidad con que le has lanzado... El frontón es mayestático, poderoso, firme, sin dobleces".
Sin duda, uno de los aspectos fundamentales en el origen de las fotocopias ampliadas de la artista, fueron las fotografias tomadas por Ruiz de Azua, fotógrafo especializado en deportes, que impresionaron fuertemente a la pintora "yo trabajo normalmente con fotografías hechas por mí misma, pero las de Ruiz de Azua me pillaron al instante porque, entre otras cosas, estaban compuestas exactamente igual a como yo las habría compuesto". Los pasos que Blanca Oraa daba a continuación para llevar a cabo su idea, son de una simpleza casi escalofriante. "Sencillamente, las recortaba por la mañana a la hora de desayunar, las mandaba a Bilbao para que me las fotocopiaran y aumentaran a la hora de comer y las coloreaba y barnizaba en mi estudio por la noche". Así se escribe la historia.
El resultado era una demostración casi ejemplar del arte de la década de los ochenta: funcional, simple, repleto de intensidad y, sobretodo, fugaz: "También me fascinó la idea de rapidez inherente a ésta técnica, el concepto de desechabilidad, las múltiples variaciones inmediatas sobre el mismo tema y también la imposibilidad de que hubiera errores en el dibujo ya que en definitiva, eran tensas de acción casi violenta". O sea, las características químicamente puras del arte en los ochenta. En definitiva algo tan sumamente moderno y actual, que, una vez más, parece que no se ha sabido apreciar suficientemente.
No ha sido, sin embargo, la primera vez que la especialísima intuición de Blanca Oraa le hace estar por delante de los tiempos que corren y las eventuales modas y tendencias. De hecho, en 1974 comenzó espontáneamente la elaboración de las famosas "cajitas" que posteriormente se pusieron de moda entre los creadores. Las "cajitas", pequeños microcosmos repletos de objetos cotidianos que de pronto adquieren sentido y belleza y que sin duda responden al más íntimo psiquismo de quien las hace, fueron originariamente ideadas hace casi 60 años por uno de los genios más oscuros del siglo, Man Ray, fotógrafo, pintor y diseñador, y posteriormente divulgadas por Marcel Duchamp, tras un largo período de oscuridad, las cajitas regresaron a la actualidad de la mano del arte conceptual.
Increíblemente éste retorno también coincidió con la primera cajita que elaboró Blanca Oraa, quien tampoco había visto una cajita en su vida. "Empecé a hacerlas como un juego, como un divertimento inocente. No le daba la menor importancia. Un día vino a verme Pedro Erquicia y me preguntó en qué me encontraba trabajando. No me atreví a decírselo creyendo que era poco serio y ante su insistencia, un poco avergonzada e insegura, le llevé a mi cuarto, porque ni siquiera las hacía en mi estudio y se quedó absolutamente fascinado.
Animada por ésta reacción, ya me puse más en serio a elaborarlas, aunque la mayoría de los especialistas y entendidos con los que hablaba de ésto, mostraban un menosprecio evidente. El espaldarazo definitivo, sin embargo, me lo dió Jorge Oteiza, quién también mostró entusiasmo por la idea".
En definitiva, nos encontramos ante un caso sumamente especial dentro de nuestro panorama artístico. De personalidad un tanto heterodoxa, pero coherente.

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